Una peluquería para todos los públicos, con cierta tendencia femenina, elegante y joven.
Con estas premisas nos llega Sonia Portela para el diseño de su primera peluquería como proyecto personal y con intenciones claras de marcar una tendencia estética que represente su ética profesional y a su target de clientes.
El local, anteriormente ya destinado al mismo uso, estaba anticuado, frío, con detalles que nos trasladaban a los años 80, el uso de carpinterías doradas, expositores de cristal y un sinfín de combinaciones que marcaban las intervenciones sin criterio con el paso de los años.
El punto de partida para nuestro proyecto era captar la atención del viandante. El potencial cliente en un bulevar de alto tránsito peatonal tenía que sentir la presencia del establecimiento. Para ello llevamos la fachada a la línea exterior del local, marcando la entrada para dirigir al cliente y a su vez generar una sala de espera abierta y llena de luz natural. Creamos un diseño reticular con carpintería de hierro lacado negro para potenciar la sensación de elegancia tradicional que representa a esta profesión.
El siguiente punto fue generar dos bloques de cristal traslúcido enfrentados, un cara a cara que alberga aquellas funciones más íntimas y a través de los cuales se organiza el resto de la peluquería. Sobre ellos se incorpora una chapa metálica microperforada que genera una parte diferencial del techo. Si bien este se trabaja de forma que marque las diferentes funciones del espacio, falso techo en sala de espera, entrada y mostrador de cobro y forjado visto en la zona de trabajo, la chapa potencia ese componente jerarquizador de los volúmenes de cristal.
El resto de las divisiones se han realizado a través del mobiliario. Se ha buscado la sutileza de la curva, la suavidad de las líneas que trasmite la naturalidad del cabello se ha representado en madera de castaño claro aportando el punto de calidez necesario para el confort combinado con detalles en hierro negro. La sinceridad de materiales como el techo en forjado visto, el pavimento de hormigón pulido y el hierro se ven contrarrestados por la elegancia y nobleza de la madera generando un resultante industrial refinado, un lugar en el que ir a tratarse el pelo es algo más que una necesidad.
Con el mobiliario, además, se busca la mayor comodidad y funcionalidad de uso generando expositores de producto de forma que las marcas colaboradoras estén presentes en todo momento. Los abrigos de los clientes forman parte de la división entre la sala de espera y el área de trabajo lo que hace que se tamice la comunicación visual entre estos dos espacios. El mostrador de cobro, además de estar protegido de miradas indiscretas, está ubicado de forma que permite controlar las zonas más relevantes del establecimiento y tiene la doble función de albergar también el puesto de maquillaje.
En resumen, el equilibrio generado por esta estética industrial refinada propicia ese atractivo extra reclamado por la propiedad, esa línea elegante y joven con detalles simples que harán de este diseño un local que perdure en el tiempo.