Mirando el futuro
El arquitecto está obligado a ser un visionario capaz de visualizar el futuro. Futuro del espacio en el que le tocará intervenir, ya sea a escala urbana o enfrentándose a una reducida área vacía que tendrá que contener un nuevo edificio, así tiene que poder imaginar lo que será una vez que ese volumen imaginado sea construido. En el proceso de diseño tendrá que evocar a la memoria de sus sentidos para poder preveer las vivencias, los
colores, olores, texturas llenos y vacíos, alturas, volúmenes, que el transeúnte verá (desde el exterior), o el usuario, habitante del edificio vivirá (desde el interior).
En un mundo en el que la capacidad de inventiva humana rebasa la capacidad de materialización de las ideas, hay elementos que nos permiten mostrar ciertas tendencias que empiezan a despuntar en el mundo de la arquitectura.
La primera es que el objeto trascenderá su función o se diseñará a partir de múltipropósitos. En este momento por ejemplo, un puente en la ciudad, empieza a ser diseñado como un hito urbano, a nivel de la vanguardia del diseño, no se piensa solo para unir un punto con otro, sino para provocar una experiencia, tanto para el que lo usa, tanto para el que lo ve. Si de experiencias se trata sabemos que los edificios en el futuro tendrán cada vez que ser eficientes energéticamente, por tanto, empezaremos a ver edificios que abandonan lo estático para seguir al sol, nuestra máxima fuente de energía. En este contexto los edificios se deberán integrar unos a otros en las densas tramas urbanas sabiendo albergar parques que los unan, la vegetación empezará a verse en el paisaje pero no a ras de suelo sino siguiendo la altura de las edificaciones.
Por otro lado aunque las condiciones del planeta exigen una vuelta a la armonía con la naturaleza y sabiéndonos individuos creadores de ecosistemas artificiales que interfieren en los ecosistemas naturales, se acentuará esta dicotomía, la tecnología empezará a jugar un rol de mayor protagonismo, cada vez más parte de la arquitectura o por lo menos del funcionamiento de los artefactos en el espacio, motivados por la irrupción de la automatización y el comando a distancia de elementos que nos permitan climatizar, iluminar, poner a funcionar diversos artefactos, etc.
Si seguimos la lógica anterior y si atendemos lo que dicen los científicos al respecto las catástrofes naturales de gran dimensión son inevitables, por lo que aparecerán o reaparecerán tipologías como refugios para guarecernos de estos eventos con edificaciones peculiares.
Seguirá el crecimiento vertical densificando las ciudades. El reto de vencer a las alturas conllevará, a su vez, nuevos retos tecnológicos y ambientales, se desarrollarán nuevos materiales con los que se tendrán que cubrir a los edificios con nuevas pieles, ligeras, reflectivas, opacas y transparentes.
Las impresoras 3D cambiarán las estructuras y el moldeado de los materiales, convirtiendo a los edificios en inmensos rompecabezas de precisión, por primera vez permitiendo salir de la repetición para entrar en la singularidad, así, cada espacio individual podrá ser diferente de otros sin haber incurrido en mayores costes. Desde el interior del espacio no habrá límites para las formas, abriendose un panorama de libertad creativa, aunque esta libertad estará lamentablemente reñida con lo dicho sobre la actual relación ser humano - naturaleza.