A pesar de su excelente ubicación y unas vistas envidiables de la ciudad, diferentes circunstancias habían propiciado que este inmueble hubiera caído en desuso con el paso del tiempo. Sin embargo, y como si de un cuento se tratara, una familia se enamora de él, lo compra viendo más allá de lo que tenía delante y todo cambia.
Se trataba de un espacio completamente diáfano, con amplias posibilidades, inmejorables vistas y una compleja geometría de la sección que a la postre acabaría siendo oportunidad y seña de identidad del proyecto.
La propuesta es sencilla y directa, el acceso se produce mediante un generoso vestíbulo que, perfectamente ubicado en la zona central de la vivienda da acceso a los espacios principales, La sala de estar y comedor se posicionan al frente, en el que parece su lugar natural, como continuidad de ambas terrazas, disfrutando de las inmejorables vistas y exprimiendo las oportunidades que nos da una irregular cubierta con pendientes a varias aguas. A través de una delicada escalera la zona de comedor se extiende hacia la cocina, en una relación abierta pero claramente diferenciada mediante la propia escalera y el apreciable cambio en la escala y materialidad de los espacios que se adaptan al uso que contienen. Al norte y en un segundo plano, los dormitorios se ubican de forma seriada, garantizando la privacidad de los mismos con respecto al resto de la vivienda.
El parquet en espiga, las lamas, los forrados de roble natural y la geometrización de la cubierta mediante triángulos alistonados convierten a la madera en el material vehicular de esta reforma, Que, en sintonía con el resto de acabados de tonos neutros y un cuidada decoración crean una agradable atmosfera para vivir.