MENOS FORMA Y MÁS TIEMPO Frente a la expectativa de intervención que genera un sitio como Tulum, tal vez lo único capaz de sacudir nuestra conciencia sea lo obvio. En medio de la confusión arquitectónica actual, donde la bandera de la pluralidad formal y extravagante sólo es un síntoma de la sociedad contemporánea cada vez más hambrienta de recursos mediáticos, ¿qué tal sí únicamente nos enfocamos en las necesidades netas del programa, y sin caer en las tentaciones que el encargo sugiere dejamos que lo obvio haga el resto? Es decir, que sea el tiempo acumulado en las superficies del museo (y no sus formas) el encargado de moderar el dialogo adecuado entre el pasado ancestral del sitio y la obra arquitectónica de nuestros días. Así, el resultado simple y directo es una gran monolito de concreto con las aberturas justas que nos inviten a explorarlo, a la par de perdurar en nuestras memorias como gesto sintético de una intervención que envejece dignamente junto al devenir de su entorno magnífico. Y si no, que el tiempo lo confirme.