Las Rocas es un conjunto de cuatro casas ubicado en la parte norte de la Peña de Valle de Bravo, una zona acantilada muy rocosa y con vegetación única.
El terreno cuenta con una superficie de 6,400 m2 y colinda con una reserva natural protegida, lo que nos llevó a entender al conjunto como una extensión de la misma y a pensar en el proyecto desde un punto de vista ambiental, de respeto y de regeneración.
El estudio y entendimiento del sitio fueron lentos y precisos para encontrar los posibles espacios donde se podrían desplantar las viviendas, buscando la mínima afectación de las rocas, la vegetación y los escurrimientos existentes.
El acceso al conjunto se realiza por una pequeña calle empedrada que remata en una plaza distribuidora donde se ubican los servicios: estacionamientos, bodegas y equipos principales, como cisternas, cuartos de máquinas y plantas de tratamiento. A partir de este espacio, los usuarios deben dejar sus vehículos y caminar por veredas, escaleras y plazoletas, lo que logra una desconexión inmediata del contexto urbanizado.
La elaboración del proyecto partió del estudio del programa: pensamos en un sistema dinámico que permitiera generar diferentes configuraciones con las cuales obtener las composiciones adecuadas para cada ubicación. El resultado son cuatro casas compuestas por los mismos módulos y componentes, pero cada una con un acomodo completamente distinto en respuesta a sus características específicas: un juego de volúmenes que tiene la libertad de moverse en seis direcciones (adelante, atrás, arriba, abajo, izquierda, derecha) para responder a situaciones exactas, un sistema simple y dinámico que permite la conexión del objeto arquitectónico con la naturaleza. Estos volúmenes no se tocan entre sí: su separación crea vacíos, vistas, entradas de luz y ventilaciones, permitiendo la integración adecuada en el sitio. Por ello, en Las Rocas un baño puede ser una piedra, un árbol ser parte del techo o el propio terreno servir de andador o escalera: la naturaleza es el eje rector que marca los lineamientos del diseño.
Como en muchos de nuestros proyectos, los módulos se diseñaron por separado en el estudio y posteriormente se trazaron en sitio hasta encontrar su mejor ubicación. Una vez acomodados en el contexto, empezamos a ponerle mobiliario, imaginamos la colocación de puertas y ventanas para después conectarlas con el pasillo, eje lineal que funge como el elemento de circulación horizontal y vertical y que va adoptando dimensiones, medidas y niveles de acuerdo con la posición de cada uno de los volúmenes que integran el programa. De esta forma, los recorridos van hilvanando la arquitectura con su contexto, de modo que lo construido se adapte al sitio y no al revés.
El contraste entre los volúmenes cerrados y la apertura de los pasillos busca dar distintas sensaciones en el modo de habitar estos espacios: la contención del sitio destinado a dormir y la circulación abierta por el proyecto, en relación directa con la vegetación y las rocas del lugar. El pasillo, además de ser conector, capta la luz del sur y el calor del sitio, lo que modula la temperatura de las casas gracias a las sombras generadas por la peña y la orientación de las casas hacia el norte.
La sala y el comedor cuentan con una ventana en esquina creada por un cantilever de 5 x 10 m que permite abrir el espacio y conectar el interior con el exterior de manera directa. Este gesto elimina la duplicidad de programa común en las casas de campo de Valle de Bravo, evitando que estas habitaciones queden en desuso y convirtiéndolas en elementos programáticos principales.
La cocina se encuentra en el mismo espacio que la sala y el comedor y en algunas ocasiones se puede conectar con un muro corredizo. Las terrazas, por su parte, fueron las últimas en diseñarse: se trazaron en sitio para adaptar sus medidas a las posibilidades de contexto, buscando que el paisaje se integrará al proyecto y así difuminar los límites entre lo construido y el lugar.
El acabado de Las Rocas se pensó en un estuco gris claro que iguala el tono general de las rocas vecinas. Solamente dos materiales más complementan el proyecto: un piso de piedra busardeado y el cristal, que colocado siempre al paño exterior, iguala la textura lisa de los muros contrastando drásticamente con el contexto, reflejando los alrededores y fundiendo la casa en el contexto. Esta cromática nos permitió hacer una arquitectura discreta y sencilla, donde la composición de volúmenes macizos logrará una sensación de ligereza, y la vegetación y la naturaleza se conservaran como el principal elemento. Las viviendas se caracterizan por su simpleza, el espacio construido es silencioso para dejar que el contexto siempre aparezca en primer plano.
El diseño interior de Ana Paula de Alba en cada una de las casas es único y responde a las necesidades particulares de las familias, por lo que cada espacio posee un carácter irrepetible. Así, cada vivienda tiene su propia esencia, como resultado de la sinergia entre el usuario, la arquitectura y el contexto.