Un edificio se levanta en toda su complejidad de líneas sobre la mirada. A veces, dado su tamaño o la proximidad del espectador que lo contempla es imposible percibir su volumen, su contundencia y, por tanto percibirlo como un símbolo.Porque queremos edificios sin blasones, sin altanerías emblemáticas, ni desorbitados presupuestos; edificios que hablen de las personas que conforman la compañía y que les relacionen perfectamente con otras personas que no forman parte de la misma. Edificios que, sin hacer ruido, trasciendan, porque el carisma en el diseño se encuentra en aquellas formas que sobrevivieron a su función.De ahí que más allá del skyline del edificio símbolo, el edificio espectáculo, el edificio gratuitamente vanguardista, está el edificio que se mimetiza con la empresa que alberga y el entorno que lo rodea, con la marca que representa. Es el edificio que nunca muere porque se transforma en un icono del ideario popular…