Un vivero de empresas es un lugar de oportunidades; espacialmente no es otra cosa que un conjunto racional de oficinas de distribución variable más unos servicios comunes aquilatados pero generosos.
El lugar, áspero: un nudo de carreteras, un puente elevado, la distorsionada forma de la parcela… es preciso tratar de borrar la huella de estas tensiones y, gracias a ello, encajar en el lugar; no nos encontramos ante una trama urbana valiosa, sino ante un azar ante el cual no amilanarse, sino autoafirmarse como opción necesaria para hacer arquitectura.
En ese entorno duro, el objetivo es construir un edificio sereno en un entorno agradable y regalar, aun cuando sea mínima, algo de la vida ciudadana que no existe. Así, se segrega la cafetería, que se propone como un ámbito asociado, un lugar "al que se sale" para dejar atrás por unos minutos la tensión del trabajo; que "dé el aire en la cara", que relajarse en el trabajo no consista en coger un ascensor y desplazarse por un mismo ambiente homogéneamente climatizado, aséptico y desinfectado. La vida, cuanto más compleja, más (y mejor) vida es.
La organización de plantas, contradictoria: módulos de trabajo prácticamente a norte, espacios servidores a sur, como frontera reguladora frente a un problema de sobrecalentamiento, más preocupante en el lugar que el frío invernal. De ahí la celosía noroeste, que se ha convertido en la imagen más característica del edificio y que, a pesar de su relativa complejidad, ha sido la partida más exactamente ejecutada.
Porque lo más sorprendente de este edificio es que, a pesar del descuido acumulado en su primera fase de construcción, apenas se resiente de esa falta de cuidado tan característica de las constructoras. El resultado final, el paso del papel a la realidad, es la suma de azares, errores, descuidos, discusiones, capacidad de aguante y, finalmente, estrategias de aprovechamiento de una mala situación para volverla a favor de obra. Sacando fuerzas de flaqueza, se ha alcanzado ese difícil punto en que, de puro ruda, la obra resulta atractiva y necesariamente desnuda. Todo directo, sin afeites, necesariamente expresión de un proceso. Nada más.
- CELOSÍA EN FACHADA:
La celosía está construida de un modo artesanal a partir de una selección de elementos de catálogo de perfilería: laminados LD como casquillos de apoyo y soporte lineal y conformados ZF como elemento vertical de celosía. Su ejecución corresponde por tanto a un gremio, no constituyendo un producto comercial ortodoxamente desarrollado, sino más bien un prototipo.
Se trata de una respuesta a la necesidad de proteger una fachada noroeste de la incidencia solar directa en los meses más calurosos (problema muy importante en este emplazamiento), razón por la cual se construye una celosía que a su vez genera la característica imagen del edificio y consigue responder a las exigencias de visibilidad (los perfiles ZF permiten una protección total en sentido sur y una permeabilidad visual desde el interior del edificio del orden del 70% hacia el norte) y representatividad (en ese entorno seco la torre se destaca como tinglado metálico que contrasta y al tiempo rima con el tono industrial del polígono en que se encuentra).
La celosía se construye con perfiles de acero galvanizado de la serie ZF de tres medidas distintas (120.2, 200.2 y 300.2,5 en una proporción aproximada 35/35/30% respectivamente) ancladas a un doble perfil longitudinal LD 200.100.10 también galvanizado. Este entramado se sujeta mediante casquillos realizados a partir de perfil laminado L 200.16 de 400mm de longitud, que a su vez de anclan mediante tacos químicos a la estructura de hormigón vista, que queda velada tras el plano de fachada. En su conjunto, por tanto, se construye un plano homogéneo de aproximadamente 30 toneladas de acero, sujeto puntualmente en cada cruce de estructura y levemente separado de fachada.
La posición de cada perfil viene determinada por la dimensión del que se encuentra a su lado: se ha previsto una protección solar hasta las siete de la tarde del solsticio de verano, de tal manera que la sombra arrojada dicta una separación máxima a la que se debe situar el siguiente perfil. De este modo, se combinan tres tamaños de perfil con tres separaciones entre los mismos, resultando así una combinatoria sencilla pero eficaz que provoca una significante vibración en fachada.
Sólo queda por tanto referirse a la existencia de un código subyacente que dicta el orden de sucesión de perfiles: aunque pudiera parecer lo contrario, esa vibración no es fruto del azar, por esencia irreproducible, sino de un preciso criterio geométrico resultado del estudio de soleamiento y de una rígida norma de composición en que, desatadas las causas desencadenantes del ritmo de fachada, nada queda a la arbitrariedad.