Dejar las dimensiones originales tal como están.
El patio trasero, las crujías. Dejar pistas del paso del tiempo y pistas de la
destrucción del tiempo.
Proyectar como si fuéramos a construir en la
Plaza de San Agustín.
Como si sacáramos las antiguas casas a la plaza.
El carácter público del programa exige una
intervención de espacios libres,
de relación, como plazas.
Las casas y la ampliación son dos construcciones
distintas, dos sistemas distintos, dos tiempos distintos. Tiempos unidos por la
plaza, por eso al pasar a través se verá el cielo y también el sol, y soplará
el aire e incluso caerá la lluvia.
No se trata de colmatar el perímetro del patio
trasero, que debido a la superficie necesaria para acomodar el programa ha de
acoger la mayor porte de la ampliación, ya que no queremos destruir partes de
las casas existentes. Mejor dejarlo visto para que se entienda cuáles eran sus
dimensiones en relación a las casas.
Como si estuviéramos amueblando una habitación
disponiendo muebles en puntos aleatorios
Los muros que crean las crujías traseras de las
casas existentes continúan prolongándose hacia el el patio trasero, volando
sobre el patio, dejándolo vacío, como un patio-plaza que establece relación
entre los patios existentes de ambas casas y la ampliación que vuela por
encima.
Estos muros ahora desvían y curvan sus ejes para
acomodar la superficie necesaria de cada una de las habitaciones que albergarán
en la planta primera, y estas habitaciones se dispondrán deslizándose por los
muros hasta encontrar su posición correcta en relación al resto de
habitaciones, de manera que de cada una se acceda a la siguiente de forma
directa, sin pasillos, como ocurre en las casas existentes.
Las habitaciones sobre el patio trasero, que
acogen la mayor parte del programa del Centro Cívico, se cubren con cubiertas a
dos aguas con un ángulo constante, similar a las cubiertas de las casas. Al
variar su anchura, las cubiertas suben y bajan, creando distintas cotas de
coronación.
Al nivel del patio se disponen cinco salas,
destinadas a actividades lúdicas, bajo las habitaciones superiores, sin llegar
a tocarlas, dispuestas en los caminos que crean la proyección de los muros
superiores en el suelo, colocadas casi como mobiliario urbano, sin tocar los
límites del patio.
La conexión entre las casas reformadas y la
ampliación en el patio trasero se realiza bien en planta baja, a través de los
dos patios de las casas, atravesando los muros que los cierran para incidir en
el paso de un espacio a otro y marcar las dimensiones originales, o bien a
través de la primera planta, a través de pasarelas.
Cada programa ocupa una casa y un patio en la
planta de acceso, mientras que en planta primera intercambian casa y patio a
través de dos escaleras que se cruzan jugando con los muros existentes,
atravesándolos a través de huecos existentes y asomándose la una a la otra,
relacionando los diferentes programas en altura sin interferir en su
funcionamiento.
La repetición, una y otra vez, de la postura con
el brazo flexionado de las mujeres de las pintutas de Julio Romero de Torres,
inspira la estructuras de los muros que salen de las casas para colonizar el
patio el trasero.
Los brazos flexionados, en V, formando una
cavidad, que bien podría estar llena de flores, para que en Mayo el patio esté
repleto de flores.
Los brazos se convierten en prefabricados de
hormigón armado, apoyados en las vigas inferiores de los muros sujetan las
vigas superiores, formando el conjunto la estructura portante de los muros.
Huecos interiores en los prefabricados forman
cavidades para albergar tierra para plantar flores, convirtiendo los muros en
maceteros longitudinales.
Los muros rompen los límites del patio trasero
para adentrarse en los dos patios existentes, vinculando los dos tiempos de la
reforma-ampliación.
Otros maceteros/prefabricados de hormigón se
cuelgan de la fachada a la Plaza de San Agustín, superponiendo una nueva
fachada a las ya existentes, sin necesidad de destrucción.