La casa se encuentra emplazada en una parcela de esquina y sobre un suave talud natural del terreno. Esta situación la deja “a la vista” de la calle que la rodea, en una perspectiva superior (desde abajo). La casa sólo se ve desde cerca y no queda escondida por vallas: la casa queda expuesta. Este es su gran esplendor. La orientación de la fachada principal, la pública, elude el sol y su luz natural debido también a la existencia de unos grandes pinos que han crecido descontrolados y sin relación con la casa y su posición. El interior es por lo tanto oscuro y frío. Las distancias mínimas, el volumen actual y los requerimientos de los clientes, sólo permiten plantear una ampliación hacia el frente principal. A partir de la definición de un perímetro cuadrado que límite el nuevo volumen, se plantea un retranqueo de la fachada principal hacia el sol, la luz y el mar. Este gesto, contundente y simple, permite crear un nuevo espacio, el porche. Por medio de un cerramiento de celosías corredizas y regulables, elementos de control solar y de viento, el porche se convierte en un espacio filtro que vincula el interior y el exterior. El espacio interior preexistente no tiene una distribución clara. La dimensión horizontal prevale marcadamente sobre la vertical. Para ordenar la distribución se traza un pasillo recto que divide la casa en tres zonas interiores. Al acabarse del pasillo en el salón se abre una escalera que permite vincular las plantas existentes (planta baja y planta sótano) al terrado que se obtiene convirtiendo la cubierta plana en transitable. Este es el segundo esplendor que se le entrega a la casa: una dimensión horizontal ordenada y una vertical que antes no existía. El resto, cuidar la forma en sus relaciones totales.