EL ORIGEN de este proyecto está en un concurso de ideas para proyectar doce viviendas bioclimáticas.
La ordenación proponía doce piezas, cada una aislada en su pequeño terreno, así que tuvimos que comenzar poniendo en duda esta solución: si queríamos protegernos bien del ambiente (y en Vitoria el frío es intenso), era más lógico acurrucar unas viviendas contra otras y contra el terreno. Así se hizo: bastan dos tiras de 90 metros de largo.
La construcción, por tanto, sencilla y conceptualmente elemental: dos losas continuas, resueltas, al igual que los muros de carga, con piezas prefabricadas, dan con un solo gesto el cobijo a todas las casas.
La segunda variable es la sección transversal: modelamos el terreno para reducir las pérdidas de carga por el lado norte y abrirnos al frente sur, donde a su vez podemos organizar un jardín en dos áreas: un jardín propiamente dicho y un patio al que abre toda la casa y que quisiera ser la casa de verano. Además, la casa se abre a sus dos frentes y su cubierta apegada al terreno ayuda a ventilar, pero, sobre todo, a construir dos niveles, dos mundos.
Y faltaba, al construir, una notable sorpresa: las casas quedan agazapadas contra el terreno y apenas se ven, se diría que en un paisaje salpicado de eventos, dejan un vacío sereno. La arquitectura que hacemos quisiera dar a entender que si se puede trabajar silenciosamente, entonces no hay opción: hay que presentarse al mundo silenciosamente.