Ante una parcela ubicada en uno de esos lugares comunes para
muchos de nosotros, en pleno barrio del desarrollismo de los años 60, donde
como decía Camus es "necesario mirar
al cielo para saber en qué estación estamos, porque no hay palomas, árboles o
jardines que nos los indiquen", nuestra labor se centra en revertir
esa situación.
Una parcela rodeada de edificio de diez plantas, otros de
tres y algunos vestigios rurales mal
digeridos por la ciudad, en donde la relación entre el espacio construido y el
espacio libre es claramente deficitaria, con lo que todos nuestros esfuerzos
van en la línea de liberar la mayor cantidad de espacio posible para la
ciudadanía, en sintonía con esa idea de que estamos aquí para compartir.
De esta manera,
logramos liberar la mitad de la parcela y convertirlo en espacio verde
público para el barrio, dando un árbol al lado del cual leer, sobre el que
estudiar pero también un pequeño jardín para disfrute de los vecinos sin
necesidad de que estén usando la biblioteca, convirtiendo así en usuarios del
edificio, tanto a los que se encuentran en su interior como aquellos ciudadanos
que pasean o reposan en su exterior.
La biblioteca, toda orientada a norte, obteniendo así una la
mejor orientación lumínica por su homogeneidad, posee en el nivel más bajo, en
continuidad con el césped y los árboles, el área de entrada y recepción, que
acompaña a las zonas dedicadas a una lectura más relajada como es la
hemeroteca, y la zona de préstamo y consulta de libros. Volcadas al interior,
con iluminación y ventilación hacia la calle Lucientes, se encuentra el área
administrativa. La sala infantil se localiza en la zona más protegida de la
biblioteca y se vuelca a un pequeño patio de proporciones más apropiadas para
los niños.
En la planta superior, de una altura libre de cuatro metros,
se sitúan las áreas más dedicadas a la lectura como estudio. Esta planta se
fragmenta en tres zonas, de modo que cada una de ellas otorga un ambiente
distinto al usuario, desde la sala de lectura general, hasta una sala de
estudio más oscura e íntima o una zona de audiovisuales de mayor bullicio,
todas ellas fragmentadas y unidas por unos conectores, ofreciendo la
posibilidad también de pequeños rincones donde esconderse a leer un libro, bien
en los miradores situados en torno al patio o en sofás en los conectores,
mirando a los árboles.