Un buen proyecto de arquitectura no
debe limitarse a resolver adecuadamente la distribución funcional de los
espacios o la correcta ejecución del detalle arquitectónico, sino que debe
ofrecernos algo propio, que caracterice al proyecto, que nos hable de las
preocupaciones del creador, o incluso de las inquietudes del habitante, si es
que éste ya está definido, algo que suele ser frecuente cuando nos referimos a
proyectos de viviendas unifamiliares.
En
primer lugar destacaría el principio de unidad visual que gobierna el conjunto
de viviendas conocido como BAM-2, una unidad que no era fácil de conseguir si
tenemos en cuenta que el proyecto aglutina tres tipologías de vivienda: una
tipología unifamiliar aislada (Tipo A) y dos tipologías pareadas diferentes (Tipos
B y C)
Esta
unidad se consigue con el manejo de las volumetrías, la materialidad y el
color, con un cuerpo pétreo y oscuro que actúa de remate en todo el conjunto, y
un zócalo, que se abre a los pequeños jardines donde cohabitan el tapiz verde
del césped, y el agua cristalina de las piscinas.
Pero
lo más destacable de este principio de Unidad es que, desde el exterior, se ha
pretendido preservarlo sin recurrir a la sensación monótona de piezas que se
repiten, una sensación a la que irremisiblemente uno puede verse abocado si
trabaja con viviendas pareadas. La alternancia de los tipos, la disposición del
tipo C entendido como pieza de remate del conjunto en ambos extremos de la
urbanización, y la consciencia del efecto perspectivo que genera la pendiente
del terreno, hacen que en la visión de conjunto, éste se entienda como suma de
piezas dispares que se agrupan o sobresalen indiferentemente, consiguiendo la
sugerente unidad de la variedad que persigue la arquitectura más contemporánea;
y lo interesante es que todo es apariencia, y las piezas son, en algunos casos,
las mismas, lo cual economiza el proceso de ejecución.
Otro
aspecto interesante del proyecto se descubre cuando uno se adentra en las
viviendas, la investigación en torno al patio.
Desde
sus orígenes, el arquitecto siente especial predilección por conseguir que el
interior de sus viviendas respire, no sólo el aire, la luz y las imágenes a
través de la piel de fachada, sino desde el mismo interior, algo que desde la
antigüedad ya ha proporcionado el patio. Es cierto que el patio desde un
análisis estrictamente funcional sólo se ha utilizado cuando la arquitectura no
disponía de fachada suficiente para suministrar aire y luz a sus interiores,
pero también es cierto que desde la postmodernidad se han asumido nuevas vías
que nos insisten en la necesidad de una variedad, incluso de una contradicción
en la arquitectura. De acuerdo con las propuestas arquitectónicas más
recientes, se busca el patio, incluso cuando aparentemente no es necesario, para
dotar de lírica, poesía, a sus interiores. En esta ocasión encontramos una de
sus propuestas, pues en aras de no perder superficie, el patio se limita de tal
forma que se convierte en una escultura de vacío que perfora el corazón de las
viviendas. Su superficie reducida, y sus paramentos completamente de vidrio,
permiten que la luz y el aire se filtren tenuemente, e, incluso, se hace
participe a la vivienda de la agradable sensación visual del agua de lluvia
cayendo en los días tormentosos.
Pero
esa escultura parelelepipédica de vidrio que es el patio, no sólo nos habla de
lírica, sino que también sirve de elemento articulador de los espacios, quizás
el tercer punto destacable en este proyecto. Unos espacios que fluyen
helicoidalmente en torno a este corazón de cristal conectando visualmente
determinados puntos de la vivienda.
En
cuanto a la resolución en planta de los espacios, se percibe una composición en
tres bandas, que va de lo público a lo privado, sin renunciar a aprovechar el
espacio exterior, con la apertura de grandes vanos que permiten a las viviendas
disfrutar de las perspectivas privilegiadas de los jardines, y dotando a los
interiores de una calidad atmosférica, incluso generándose espacios de
transición hacia el exterior, especialmente en la zona de acceso, donde parece
que las viviendas se hayan rehundido en fachada respecto al plano del volumen
pétreo superior, habilitando un espacio exterior cubierto que acoge al
habitante para disfrutar del jardín y de la piscina que se acopla al conjunto.
Con
este último gesto de aproximación de la pisicina, se pretende consiguir un
sugerente efecto lumínico, pues el plano de agua consigue recoger los reflejos
de la luz que se introducen en el interior de la vivienda. Un efecto, de nuevo,
de gran lirismo, que se acentúa cuando, en la oscuridad de la noche, la piscina
iluminada hace reverberar sus destellos azulados en los interiores.